
Evocamos color y traza. Aquella rosa
de ayer (que fue tan bella), cuando cierro los ojos,
de su noche renace. Yo la llamo, ella viene,
ahí está. Aéreas límeas su forma me dibujan,
con álabe lánguido de aquel pétalo casi
desprendido. Amarilla brasa, me arde en lo oscuro.
Y arderá para siempre. Mas ¿dónde?, ¿en qué jardín?,
¿a qué sol?, ¿en qué tarde?
¡Nervio recordador,
que aún, amante, palpitas! Detrás del pensamiento,
por galerías últimas, en las cuevas lóbregas
de mi mente, un espacio sin espacio se puebla,
y en él arde una llama de amarillo color.
Por escala sensible sube hasta el pensamiento.
Rosa en mi pensamiento, eternamente jóven.
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