
La existencia priva de su ojo delator al tiempo, se convierte en un siniestro encadenamiento de apariencias, que parecen esencias.
Se Es donde el ojo revienta, donde el prisma caleidoscópico de la mirada oculta el bello facial de lo real, se Es donde la huella dejó su surco, donde el trazo, la rajadura de la carne marcó con un palote de sangre la historia incorruptible de lo que no vivió.
Se Es en las esquirlas del ojo reventado, en su ausencia, un reflejo, un espectro, un cometa.
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