domingo, 25 de septiembre de 2022

Solaces Sofás del Alma

 








No le escribo a un recuerdo,

le escribo a una luz,

a un espectro.

 

No le escribo a la montaña,

le escribo a un derrumbe,

a un desgarro de la roca.

 

No le escribo al tiempo,

le escribo a un día puntual,

a una noche.

 

No le escribo a la memoria,

¡no mi amor!

le escribo al olvido,

al olvido que se escurre

como huellas vivas.

 

(escribo despacito,

sin puntos apartes,

mientras tu mirada se va haciendo ecos,

un tañer lejano de cuerdas)

 

No mi amor,

son gansos los que anidan en las iglesias,

nuestros errores eran cotidianos

eran la ausencia que lo decía todo,

y de repente,

ya estaba tu sonrisa,

y de repente,

otra vez,

ya estaba tu paso impredecible

forjando huellas vivas en mi.

 

¿Por qué tan lejos había que llegar

para hacer la distancia?,

¿por qué tan lejos había que ir

para que los regresos fueran imposibles?,

¿por qué tanto había que hacer

para congelar el fuego?

si al final,

el hielo también quema.

 

Hoy pretendo quitarme un peso de encima,

le escribo a los demonios que cargan

los solaces sofás del alma.

 

Tango,

no dejes al tiempo vencer mis pupilas,

y que la muerte me encuentre dormido,

tango,

¿no hay llanto que apague este sufrir?

tiempo,

sácame las letras de las manos,

si no puedo olvidar la historia,

deja al menos

que la historia se olvide de mi.

 

Y en fin,

escribo para confesar que escribo

abroquelado a los demonios que cargan

los solaces sofás del alma

vivo en punto muerto,

cuero y sombra,

lágrima y aliento

 

-pienso-

que para inventar un final

para mi,

en ti,

fue necesario matarlo todo,

-pienso-

¿porqué?,

¿quién eres ahora?,

¿qué tal te va la vida?,

¿vives mejor?,

¿eres feliz?,

y sé,

que éstas no son más que preguntas chapuceras,

que se derraman

de la boca del espanto,

que se vuelve contra sí.

 

Busco todavía la fecha en que perdí tu vista,

en que perdí de vista tu sonrisa vuelta opaca,

en que decidí ser ciego a los latidos de la distancia

al tacto muerto de mi mano.

 

Perdona si no te odio,

pero es que mi espíritu ya no sabe que hacer con este presente

y hace y hace y hace…

 

Perdona mi voz ronca si padece el silencio,

si prefiere hablar, gemir, sollozar,

es que le espanta la soledad

y no sé aún como acallarla.

 

Perdona mis manos,

si no saben perderte,

si se arrancan con desprecio,

si mis dedos solo sirven para tocarte.

 

Perdona si este odio,

no es más que el amor de siempre

que ya no sabe donde sentarse.

 

Perdona si no puedo dejar de darte

más perdón del que me pides.

 

Todo sucedió en mi,

pero hoy he visto otra vez,

nuevamente,

apagarse tu sonrisa,

y se me hizo tan oscura la oscuridad,

que olvidé olvidarte.

 

No me culpes,

si prefiero enfermar a curarme,

es que,

sencillamente,

doler es encontrarte en la pena de perderte,

doler es esperar el desahucio,

como si te esperara a ti.

 

No me culpes,

si mis “para siempres” maleducados,

no saben de “nunca mases”,

si prefiero un para siempre que no será nunca

a un nunca más que no puedo entender

 

Como verás,

ya no soy un buen candidato,

ni un buen recuerdo siquiera,

soy un olvido insistente,

que aparece y aparece,

una luz,

un espectro que decidió escribir

las palabras que nunca nadie te escribirá

 

Pienso que quizás para olvidar

algún día decida sufrirlo todo junto,

o quizás lo haga en varios días,

o quizás siempre vuelva a ti cada tanto,

quizás siempre vuelva

a donde estés siempre andando,

con la misma sonrisa,

con la misma mirada,

con los demonios que cargan

los solaces sofás del alma.

 

Quisiera hacer que el viento hiera en la cara la proa de mi vela,

quisiera borrar al menos algunos inolvidables,

y si eso fuera suficiente,

hacer renacer algunos posibles,

y si no al menos quisiera,

arrancarle tu imagen a la realidad,

volverme loco,

quitarle el valor a todo,

perderlo todo hasta lo perdido,

si al menos esa fuera la forma de perderte

de una vez

para siempre…

 

Pero ya te dije,

los para siempre,

siempre me traen a ti,

y cuanto más te pierdo,

mas te encuentro allí sentada,

en los solaces sofás de alma,

si no puedo perderte,

-pienso-

al menos puedo perderme yo,

embriagarlo todo hasta tal punto,

que estés junto a mi,

hablando de lo de siempre,

o bailando o pensando o estudiando

o quieta en el silencio,

casi al tacto,

casi riendo,

casi en tu mirada,

sin el espesor de esta tumba gris

que te esconde tras la bruma.

 

Quizás en el futuro,

dentro de mucho,

recordemos juntos este momento diciendo,

¿te acuerdas de esa época que estuvimos separados?

 

Nunca me arrepentí de haberte querido tanto,

mira si fue sincero mi querer,

que incluso sé,

que quizás nunca recordemos juntos nada,

que al tiempo no se lo engaña,

que quizás nunca haya mañana,

que quizás mejor sea no recordar,

y dejar que se lleven sin protestar

esos malditos y deseados

solaces sofás del alma.

 

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