En la orilla,
mis pasos aun siguen varados
como ballenas en la arena,
esgriman las olas,
eluden los velos de la espuma,
amenazan los pasos romper amarras
o encallarse frente al acantilado,
en surcos arados de solitario pedernal.
Son agallas sobre el cuerpo de la playa,
punzantes,
inquebrantables estiletes,
que con ojos de aguja,
enhebran el desierto en el mar.
Pero el tiempo es inasible,
ni aun pisado,
se escapa uno a la huella.
Levanta la arena una suave brisa,
desliza su contorno hacia el cielo,
dibujado impasible el paso en el viento,
cruza el mar,
y en la medida que se aleja,
desaparece.
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